AJEDREZ EDUCATIVO – LA RANA QUE QUISO SER BUEY

En un lejano bosque, había una vez una rana que estaba cansada de su aspecto. Desde pequeña ella rezongaba por su tamaño pequeño, por su boca grande, por su color verde, etc. Ella deseaba tener más tamaño, ser más fuerte y más grande.

Con esperanzas de cambiar de aspecto algún día, la rana se pasaba días enteros contemplando a los bueyes; admiraba su porte, su tamaño, su fuerza…

Un buen día, cansada de ser una rana, reunió a todas sus compañeras ranas y les dijo:

  • ¡Amigas mías, estoy cansada de ser una insulsa rana! ¡Voy a cambiar! – les dijo
  • Pero ¿Cómo harás eso? No puedes dejar de ser una rana así sin más ¿Acudirás a algún hechizo? – preguntó una ranita pequeña
  • Ja ja – rió la rana con cariño – ¡No! En absoluto haré eso. Solo voy a utilizar todas mis fuerzas, creceré y creceré hasta convertirme en un hermoso buey. 

Las ranitas la miraban algo asustadas pero intrigadas porque todas querían ver como la rana se convertiría en un buey.

  • ¿Están listas para verme cambiar? – les pregunto
  • ¡Sí! – Gritaron felices varias ranas
  • Ustedes tendrán que decirme cuando empiezo a parecer un buey, pero deben ser 100 % honestas y no quitarme los ojos de encima ¿de acuerdo? 

Las ranitas asintieron con la cabeza sin quitarle los ojos de encima.

La ranita protagonista se colocó en el medio de un círculo que formó con las otras ranitas y empezó a inflar sus cachetes. Contuvo el aire y siguió haciendo fuerza. Ella quería que sus entrañas se llenen de aire y que, poco a poco, su aspecto comenzara a crecer.

  • ¿Y? ¿Ya he cambiado? ¿Ya soy más grande? – preguntó la ranita
  • Ni un poco – respondió una ranita con absoluta sinceridad – aunque has cambiado algo el color de tu piel, pues te has puesto muy pálida.

La ranita no quería rendirse y continuó inflándose conteniendo el aire en su boca. Tanto contuvo que empezó a sentirse mal. Sin embargo ella no se rendiría tan fácilmente y continúo inflándose a pesar del dolor. Tanto se infló que lastimó su estómago. Ya sentía un terrible dolor en la panza. Pero decidió seguir adelante hasta que escuchó un fuerte ¡PUM! en la boca del estómago.

Allí tuvo que detenerse. Luego miró su estómago y observó un agujero en él. Un agujero que era más doloroso que todos los dolores que la ranita había sentido alguna vez…

  • ¡Oh! ¡Noooo! – gritó y lloró la ranita – ¡Que he hecho! ¡Ayúdenme por favor! ¡Me desangraré si no se detiene la sangre de mi estómago! – suplicó la ranita.

Entre todas las ranitas, se encontraba una que era doctora, así que fue a buscar todas las hierbas medicinales y con ayuda y cuidados de las otras ranitas se recuperó en pocos días.

Moraleja «La rana que quiso ser buey«: Nunca debes pretender ser aquello que no eres. Cada ser es único e irrepetible y con muchas virtudes. Solo debes empezar a valorar más tus habilidades, como lo hizo la ranita doctora, en vez de pretender ser aquello que nunca podrás ser y que, tal vez, te hagas daño en el intento.

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